Formando a profesionales transpositivos

Rosa Almirall ha dicho varias veces que Trànsit es un proyecto temporal, que durará hasta que su ideología se imponga en todo el sistema sanitario. Tal y como yo lo visualizo, creo que Transit debería desaparecer como servicio. Me gustaría que se desplegara la atención trans por todo el territorio y todos los servicios, que la sanidad de estas personas fuera integrada en el modelo normalizado de sanidad. (…) Como el desconocimiento es muy grande, probablemente Transit sea necesario un tiempo para ir formando a los profesionales que asuman desde la normalidad la atención a estas personas”, contó en una entrevista. Algo parecido dijo el médico de familia Jordi Reviriego en un podcast: “Pienso que la parte técnica es muy sencilla. Lo que hacemos en Trànsit, técnicamente, lo puede hacer cualquier médico, no tiene ningún mérito.”

La formación de sanitarios y la difusión del “hecho trans*” siempre ha sido una parte central del servicio. De ahí la gran presencia mediática de algunas personas, sobre todo Almirall y Lina Mulero. Los cursos son otra herramienta para formar a profesionales “transpositivos”. El Colegio de Enfermeras y Enfermeros de Barcelona ha organizado uno, igual que la Asociación Catalana de Matronas. Y no olvidemos la infiltración en los grados de medicina, que fue lo primero que me llamó la atención sobre este tema.

Ahora han ido un paso más allá. La comisión de seguimiento creó un curso dirigido a todos los profesionales del Departament de Salut, titulado “No et quedis enrere” (No te quedes atrás). El 31 de marzo, día de la visibilidad trans, el Departament publicó una nota de prensa anunciando que ya habían organizado dos ediciones del curso, en las que participaron más de 3000 personas.

El 9 de febrero de 2024 recibí una copia del contenido del curso a través de una petición de transparencia. Los autores son: Lina Mulero y Ana Maria Serra (Transforma la Salut), Rosa Almirall (en calidad de presidenta de su ONG, Kasa Trans), Anna Carmona (no dice su afiliación, pero es médica en la unidad Trànsit de Terrassa), Lluïsa Jiménez (Direcció General de Polítiques públiques LGTBIQ+. Departament d’Igualtat i Feminismes), y Ramon Escuriet y Mercè Armelles (Direcció General Planificació i Recerca en Salut. Departament de Salut).

Para aprobar hay que acertar un 80% de las preguntas con formato cierto/falso, que tienen una fuerte carga ideológica y muy poco de medicina, como esta de la pág. 38:

“En el proceso de identificarse como persona trans* puede ayudar mucho hacer una evaluación psicológica o psiquiátrica. (falso)

Feedback: No hay pruebas de evaluación psicológica o psiquiátrica que puedan definir la identidad de ninguna persona. Las personas trans* en el proceso de identificar quienes son buscan información, buscan referentes, hacen pequeños cambios reversibles y van a espacios de protección o con personas aliadas.” (Negrita en el original)

El mensaje queda claro: es mejor recurrir a internet y transactivistas que a profesionales de la salud mental. Y ya sabemos que, para ellos, los bloqueadores de la pubertad entran en la definición de “pequeños cambios reversibles.”

Hay varias preguntas que no tienen que ver con la medicina, si no que enseñan a “respetar la identidad trans* de una persona a la que quieres” (pág. 50), o intentan explicar claramente qué es una persona trans. La respuesta es que no hay nada que las defina, ni su sexo, ni su vestimenta, ni su comportamiento, pueden darse cuenta de que son trans a cualquier edad, no se puede diagnosticar, no se puede evaluar psicológicamente, etc. Ser trans es algo inefable. Pero al mismo tiempo, es algo muy difícil, y necesitan el apoyo y la validación de todas las personas de su entorno, incluido el personal sanitario. También ayuda “ver o conocer a personas trans* interesantes y positivas” (pág. 39), lo que podría explicar por qué el curso no menciona la posibilidad del arrepentimiento ni una sola vez.

Evidencia sin fuente

El curso no tiene referencias como tales, solo un adjunto de recursos bibliográficos “para profundizar en el contenido” que no me enviaron. Aún así habla varias veces de estudios científicos sin citarlos.

Decir que “hay evidencia científica de que el uso de preparados hormonales mejora el bienestar emocional y disminuye el riesgo de suicidio en las personas trans*” (pág. 75), sin citar ninguna fuente, es un burdo truco de desinformación. Si no dicen en qué estudios se basan, nadie puede leerlos y formarse una opinión propia. Independientemente del contenido, un curso que exige tener fe ciega, en lugar de informarse de forma crítica, es lo contrario a lo que necesita la sanidad pública.

En la página siguiente vuelven a hablar de estudios fantasma:

“En personas sanas y sin factores de riesgo específicos no hay evidencia científica de contraindicaciones.

No hay evidencia científica de efectos adversos graves a corto plazo y la probabilidad de efectos adversos graves a largo plazo es pequeña y muchos de ellos pueden minimizarse con estilos de vida saludable.

Solo se recomienda no iniciar o dejar los preparados si tenemos la certeza de que hay una contraindicación absoluta o aparece un efecto adverso suficientemente grave y claramente relacionado con los preparados.”

La publicación del informe Cass ha reiterado la conclusión de revisiones anteriores: que apenas hay evidencias de ningún tipo para estos tratamientos. Nadie sabe cuál es la probabilidad de efectos adversos a largo plazo o si pueden minimizarse con estilos de vida saludable. Por este mismo motivo, no es fácil relacionar claramente un efecto adverso con un tratamiento concreto.

Las mujeres vuelven a ser invisibles

Otras preguntas sientan cátedra sin tomarse la molestia de inventarse una fuente. Si el curso dice que “la prevención, diagnóstico y tratamiento de la mayor parte de enfermedades no depende de qué órganos tiene el cuerpo sexuado de una determinada persona“, es que es así, con o sin pruebas.

Los autores borran de un plumazo cualquier incertidumbre científica. Sabemos que las diferencias sexuales van mucho más allá de los genitales. Las mujeres tienen más esperanza de vida, sufren más enfermedades autoinmunes, presentan síntomas diferentes (como en el infarto de miocardio), y eso sin entrar en las enfermedades hereditarias que afectan a las mitocondrias y los cromosomas sexuales. Si no sabemos suficiente sobre las diferencias sexuales, es porque históricamente, la biología masculina ha sido entendida como lo normal, y la femenina ha sido invisible (lo que ha dado nombre a dos libros recientes de Carme Valls Llobet y Caroline Criado Perez).

Para ser un profesional transpositivo no basta con negar las diferencias sexuales, hay que negar la existencia misma del sexo, y, ya de paso, del género, como indica esta pregunta de la página 24:

“Para poder atender a las personas trans* necesitamos entender que el sexo es un continuo amplio que sobrepasa las categorías macho y hembra y que el género, incluyendo cómo lo expresamos y cómo nos reconocemos, va mucho más allá de las categorías hombre/masculino y mujer/femenino. (cierto)

Feedback respuesta: Es muy difícil atender adecuadamente a las personas trans*, si no entendemos que los conceptos sexo y expresión de género van más allá de como nos los han explicado y los hemos interiorizado. Ampliar el concepto binario y concordante de estas dimensiones favorece no cuestionar ni juzgar a las personas trans*, se definan y se expresen en el género como lo sientan.”

Para negar la existencia del sexo también se puede instrumentalizar a las personas intersexuales, como hace la pregunta de la página 19, que nos enseña que “tienen unos cuerpos que no son clasificables ni como machos ni como hembras.”

Como ginecóloga, Almirall debería saber que sólo las mujeres pueden desarrollar cáncer tras una infección con ciertas cepas del virus del papiloma humano, pero la pág. 79 del curso dice que “el cuerpo sexuado, la identidad de género y la orientación sexual no condicionan las prácticas sexuales ni los riesgos de estas prácticas.” En su web, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos lista hasta 8 aspectos en los que las ETS afectan de forma diferente a hombres y mujeres, incluyendo síntomas, riesgo de contagio, secuelas, transmisión durante el embarazo, y más.

En cuanto a la orientación sexual, el CDC vuelve a destacar la importancia de las diferencias sexuales:

“Si bien todas las personas que tienen sexo pueden contraer una ETS, los hombres gais y bisexuales sexualmente activos, y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH) tienen un mayor riesgo. Además de tener tasas más altas de sífilis, más de la mitad de los casos nuevos de infección por el VIH ocurren entre HSH.”

Curiosamente, la página del CDC dedicada a mujeres lesbianas y bisexuales no está escrita para el público general ni está traducida al español.

El miedo a la transfobia

Leyendo el libro Time to think, de la periodista Hannah Barnes, llama la atención cómo se usó la acusación de transfobia para silenciar a los sanitarios críticos dentro de la clínica Tavistock. El curso recurre a la misma técnica. No es solo que para aprobar haya que estar de acuerdo en que transfobia es “cualquier acto que por acción u omisión puede suponer violencias o discriminaciones hacia las personas trans*” (pág. 23). Además, repite varias veces que esto afecta a la salud física de las personas, basándose en la teoría de estrés de minorías, como en la pregunta de la página 47: “Pertenecer a las minorías sexuales (cuerpos, orientación y/o identidades disidentes) tiene un impacto negativo (factores de estrés) en la salud física y emocional.”

Esta teoría, originalmente pensada para estudiar los efectos de la homofobia, propone que la discriminación afecta a la salud mental de las personas. Otros autores lo expandieron a las “minorías de género”, y proponen que también afecta a la salud física. Claro que es imposible demostrar que una enfermedad, o incluso un problema de salud mental, se debe exclusivamente a un factor social en particular.

¿Por qué recurre el transactivismo al estrés de minorías? Por un lado, para negar la complejidad de las personas con disforia, especialmente los adolescentes. Si la transfobia es la causa de todos sus problemas (depresión, ideación suicida, autolesiones, e incluso enfermedades físicas) la terapia afirmativa es la única solución que necesitan. La otra función queda clara en la página 54: “Los y las profesionales de la salud deben conocer el impacto negativo sobre la salud física y emocional que supone pertenecer a una minoría sexual y deberían contribuir a minimizar este impacto.” Por el bien de sus pacientes, no sean tránsfobos.

Todo lo que falta

El contenido que forma parte del curso deja mucho que desear, igual que las preguntas, formuladas para crear confusión. Preguntar si el sexo causa diferencias en todas las enfermedades (pág. 80) no tiene sentido; el concepto de enfermedad es tan amplio que es difícil encontrar elementos comunes a todos los tipos que existen. A pesar de ello, las diferencias sexuales son comunes, y registrar el sexo de los pacientes es una medida útil que no tiene ningún efecto negativo.

Esta pregunta de la página 25 es otro ejemplo de confusión intencionada:

La imagen corporal y la manera de vestir identifica el género de la persona (Falso).

Feedback: Ningún cuerpo, ninguna apariencia ni ninguna manera de vestir identifican el sexo o el género de ninguna persona.

No es casualidad que pregunten si se puede saber el género de una persona con su imagen corporal, y que la respuesta diga que el cuerpo no permite identificar el sexo. Este cambio crea una falsa equivalencia entre y sexo y género, y entre la biología y la manera de vestir.

Por otro lado, el tema está planteado con un sesgo muy claro para dejar fuera cualquier atisbo de controversia: el escándalo del GIDS/Tavistock, los cambios de los países nórdicos, el hecho de que todos estos tratamientos hormonales son fuera de ficha médica, los detransicionadores, etc. Y ninguna pregunta justifica las respuestas con referencias. Una persona que tenga su primer contacto a través de este curso se llevará la impresión errónea de que son hechos sólidamente demostrados.

Claro que ninguna de estas tácticas es nueva. Estamos acostumbrados a que el transactivismo ataque a la medicina, distorsionando los hechos y acosando a cualquiera que los cuestione, y ahora lo hace desde el púlpito del Departament de Salut.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio